lunes, 8 de diciembre de 2008

GARI FOLCH

Guión y Dibujo: Joan Mundet

Editorial: Dolmen

Formato: Libro Cartoné. 136 Páginas

Precio: 15€

Calificación: 7/10

Siendo uno de los dibujantes españoles con los que tuve un contacto más temprano, el trazo de Estebán Maroto (que descubrí un día por casualidad en la miniserie de Atlantis editada por Zinco) siempre me parecido fascinante. La facilidad con la que el dibujante conseguía concretar el realismo de sus figuras, unida a la grandiosa vertiente fantástica que cultivaba en casi todas sus obras, hicieron de él uno de esos dibujantes a los que siempre he tratado de seguirles la pista. Es lógico pues que, al hojear este volumen de Gari Folch para dilucidar si llevármelo a casa o no, mis dudas se disiparan rápidamente cautivado por un dibujo que pedía a gritos una mayor atención.

Como suele pasarme al descubrir a un nuevo artista del que no conocía nada, me puse enseguida a investigar para averiguar quién era Joan Mundet y así poder llenar algunas líneas más de esta recomicdación. Nacido en una pequeña población cerca de Barcelona, Mundet desarrolló de forma muy temprana la afición por dibujar, comenzando su actividad como profesional en 1974. Y es precisamente en ese momento donde arranca lo que el dibujante y guionista relató para las páginas de la desaparecida Rambla (una revista de cómics editada en Cataluña en el primer lustro de los años ochenta), sus difíciles inicios como dibujante de tebeos.

Aún siendo un relato autobiográfico, Mundet inventa a un alter ego (Joan Fornells) para narrar a través de él las penurias por las que cualquier artista de cómic que no estuviera consagrado pasaba en España en los años de la transición: desmitificando una profesión que siempre ha estado envuelta en una aureola de prestigio, Mundet ancla a la realidad del día a día lo que suponía tener que ir llamando de puerta en puerta y ver como gente que sabía de tebeos como podía saber de ingeniería aeronáutica desprestigiaba tu trabajo por el mero hecho de no tener "oficio", algo que sólo podía adquirirse, obviamente, si se tenía la oportunidad de trabajar en el mercado del cómic.

A la luz de lo que Mundet dibujaba (y dibuja, en las novelas y adaptaciones al cómic de Alatriste) está claro que, o los editores de la época estaban ciegos o tenían muy pocas aptitudes en su profesión. No quiero que nadie se ofenda, pero leyendo Gari Folch el asombro acerca de las impresionantes cualidades del trazo del artista, sólo se ve superado por la estupefacción al contemplar como su trabajo era rechazado y denostado una y otra vez. Con un genial dominio de la composición y un dibujo que aglutina obvias influencias como las de Maroto o Altuna, Mundet ofrece en este volumen un recital en el que subyace un claro mensaje, alejado de la obviedad de que con tesón se alcanza todo.

Ese mensaje, apuntado de forma sutil en la portada con la protagonista (su mujer) en posición fetal envuelta en una sábana ilustrada con viñetas de cómic, es el hilo conductor ya no sólo de la narración sino, de forma más que probable, de la vida de Mundet: el amor por su esposa. Es este sentimiento el que le empuja a seguir adelante superando rechazos y trabajos mal pagados. Y es precisamente amor, ya no sólo por su compañera, sino por el tebeo, lo que rezuma de todas las páginas de Gari Folch, una elección excelente y necesaria por parte de Dolmen que esperemos tenga continuidad en la recuperación de otros trabajos poco conocidos de los años ochenta.

Sergio Benítez (77)

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